Habla el leproso samaritano

P. Eduardo Suanzes,msps

Me acogieron bien a pesar de ser distinto a ellos, a pesar de ser un apestado samaritano. Pero la peste de la lepra era mayor que la de la separación étnica y desde ahí todos éramos iguales: todos olíamos igual, no había diferencias. Éramos un grupo de diez leprosos, hombres muertos en vida, excluidos de la vida social y del culto que ya desde el tiempo de Moisés  se nos relegaba por ser impuros. No teníamos derecho a nada y nadie se ocupaba de nosotros. Las ciudades y aldeas estaban para nosotros vedadas y sólo podíamos subsistir en las afueras, en alguna gruta que tomábamos por casa.

Entre nosotros no había diferencias sociales: algunos eran de familia rica y acomodada; otros éramos de familia de clase media; también entre los diez había unos muertos de hambre. Ahora todos éramos iguales: la impureza nos juntaba, el dolor nos unía, la exclusión nos apiñaba. Eso era lo que teníamos en común que era más fuerte que todas las separaciones: la impureza.

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Cosas que no están en juego (La parábola de las diez jóvenes)

Dolores Aleixandre, rscj

Acabo de enviar a Amparo una de las botellas de aceite de oliva que me ha mandado un amigo que tiene una almazara en Jaén. Me ha regalado varias y me hace ilusión compartirla con alguien que sabe apreciar, como buena andaluza, el aceite de oliva virgen y más ahora, que después de casarse se va a ir a vivir al extranjero. Se lo mando también con una intención un poco perversa y cierto humor después de nuestra conversación el otro día cuando, al terminar la misa, nos fuimos a dar juntas un paseo y me comentó que le era imposible entender la parábola de las diez vírgenes proclamada en el evangelio del domingo. No comprende cómo Jesús alaba el comportamiento mezquino de aquellas muchachas que reaccionaron de manera tan egoísta: en vez de decir a las otras que se fueran a comprar el aceite que les faltaba para alimentar sus lámparas, deberían haberlo compartido con las que no tenían, aunque eso les retrasara el salir al encuentro del novio, ¿no hubiera sido eso mucho más evangélico y hubiera estado más de acuerdo con la mentalidad de Jesús?

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¡Sean santos y felices! (Félix de Jesús Rougier)

P. Eduardo Suanzes,msps

Celebramos hoy la fiesta de todos los santos. ¿Y esto qué es? ¿Quiénes son los santos y por qué los celebramos? Es más…, ¿qué significa ser santo? Esta pregunta que podría parecer una mochilada trasnochada,  es, en realidad, la pregunta del millón.

La pregunta da la impresión de no interesar a nadie; a muchos, tal vez, les pueda parecer extraña, lejana, de otro planeta, fuera de lugar, desencarnada… Y esto para católicos creyentes practicantes. Ni mencionar a los no creyentes, ni a los que viven sumergidos en la vorágine del mundo sin otro dios que su propio yo, atrapados en el palacio del culto a sí mismos, rodeados de la corte del poder, el tener y el placer. Ya sea que pertenezcan al liberalismo más agresivo, como al socialismo más radical, por poner los dos extremos del espectro en que parece el mundo actual está dividido.

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Brotarán ríos de Agua Viva. El reinado del Espíritu Santo

Les presentamos el libro «Brotarán ríos de Agua Viva. El reinado del Espíritu Santo» escrito por los padres David Padrón, Vicente Monroy, Carlos Francisco Vera y Fernando Torre, MSpS. Este libro tiene cuatro capítulos. El primero es una aproximación a la doctrina del Espíritu Santo en relación con el reino de Dios. El segundo aborda el tema del reinado del Espíritu Santo en las Obras de la Cruz. El siguiente presenta lo que Concepción Cabrera dice sobre ese reinado. El último capítulo estudia el tema desde un punto de vista eclesial y pastoral.

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El evangelio de mañana. Habla el centurión

Desde hacía 10 años había sido destinado a la Palestina. Primero estuve en Cesarea, en la casa de verano del Procurador, Poncio Pilato, pero a los tres años me ascendieron y me destinaron como centurión a Galilea, de  apoyo al tetrarca Herodes, nuestro «rey pelele» que debía dar cuenta al César. A él  se le había encargado el cuidado de esa región ya que Pilato no podía abarcar todo.  Herodes debía poner el orden, pero se me enviaba con cien hombres para comprobar que así lo hacía y, en caso de disturbios, intervenir.

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El mundo recibirá un ejemplo de mi poder

P. Fernando Torre, msps

En 1899, Concepción Cabrera escribe en su Cuenta de conciencia:

Apenada yo, y profundamente humillada, le decía hoy al Señor:

–Me parece imposible, Jesús mío, que la continuación de las revelaciones a la Beata Margarita[1] crucen por este pobre caño; ¿por qué, dime, no las das a otra persona religiosa, que me parecen las monjitas más a propósito para estas cosas que yo?

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Cuántas gracias tuyas y cuántas deficiencias mías

P. Fernando Torre, msps

El 8 de diciembre de 1932, Concepción Cabrera escribe en su Cuenta de conciencia: «Hoy cumplí setenta años. Cuántas gracias de Dios a mi alma, y cuántas ingratitudes y ofensas y miserias de mi parte»[1]. Y un año después hace esta oración: «Cumplo hoy setenta y un años, ¡Dios mío! ¡Cuántas gracias tuyas y cuántas deficiencias mías! Cada uno en su papel: Tú siempre misericordioso, y yo siempre ingrata, infiel y miserable, sin saber apreciar el don de Dios»[2].

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