En la ruta espiritual ascensional de la Cruz del Apostolado hay distintas etapas que se franquean en sendos períodos o fases. En la primera fase, que abarca el camino ascensional por la Cruz grande, Dios interviene en la vida espiritual del alma mediante un auxilio llamado «general», y que no es otro que la gracia ordinaria. El auxilio divino se convierte en «particular» en el segundo período y designa, la intervención directa de Dios por medio de los dones del Espíritu Santo. Aquí comienza el alma a entrar en el Corazón de Jesús por la herida del costado.
En los ejercicios espirituales de 1935, Mons. Martínez le dice a la Sra. Armida:
Primero, la cruz grande, áspera y ensangrentada; después, la regia morada del Corazón de Cristo, circuido de luz, envuelto en llamas, y amargado por el dolor.
Por la herida de ese Corazón, penetró usted en el augusto santuario; apenas tenía alas para volar por aquellas regiones inmensas, pero el divino amor hizo que fueran creciendo las alas de su alma, y conducida por María, recorrió el templo del amor y del dolor.
Un día el amor la introdujo en el océano de la amargura, e impregnada de ella, llegó hasta la cruz misteriosa que corona el Corazón de Jesús, y participó de ese misterioso dolor; por ella subió a la luz inaccesible que sobre ella derrama el Espíritu Santo, y se consumó la mística ascensión en los esplendores de la Divinidad, en el seno del Padre»[1].
En la primera fase, el movimiento espiritual, el ascensional por la Cruz grande,
Así, pues, en estas etapas para llegar a lo más íntimo del Corazón de Jesús,
Para llegar a lo más interior del Corazón de Jesús es necesario vivir bajo la acción de los dones del Espíritu Santo, siendo, por tanto, estos dones de una importancia capital en la vida espiritual.
Los maestros espirituales son unánimes al respecto: el estado de contemplación se caracteriza por el dominio progresivo de los dones del Espíritu Santo[4]
Es por tanto necesario que nos detengamos a considerarlos pues son protagonistas en el que se adentra en lo más íntimo de Jesús.
Ahora bien: ¿existe una condición previa, un estado previo en el alma para que los dones se hagan presentes para que actúen?