Saludos fraternos de Navidad

P. Vicente Monroy, msps

Hace muchos siglos una persona, que se llamaba Jeremías, fue seducido por Dios y se dejó seducir. Y Él lo convirtió en profeta. Algunos siglos después una muchachita fue seducida por este mismo Espíritu de Dios, se dejó seducir y fue Madre de Dios. Veinte siglos después, una madre de familia, a la que familiarmente le decían Conchita, y un hombre de Dios, Félix de Jesús, fueron seducidos por Jesús, su Jesús, y se dejaron seducir y fueron padres de una enorme familia espiritual, de la Espiritualidad de la Cruz. Un siglo después muchos/as hermanas/os fuimos seducidos por Dios, nos dejamos seducir y el Espíritu de Amor nos transformó en Jesús como Misioneros del Espíritu Santo.

Qué alegría y qué regalo haber experimentado este fuego ardiente y abrasador, este amor seductor que nos ha conquistado y nos ha podido. Sabemos que está con nosotros como un campeón poderoso en el Amor. Y, por eso, hoy estamos celebrando, todos juntos al Dios con nosotros.

Al finalizar este año y reunirnos como hermanos para celebrar esta presencia de Dios en nuestras vidas, nosotros, los sedientos de Dios, los atrapados por Él, los envueltos en su Amor que envuelve y cobija con su poder y su ternura, le decimos alegres en estos entrañables días de Navidad: aquí estamos contigo, Señor de nuestras vidas, Amor de nuestras existencias, queremos seguir caminando juntos en santidad.

El Verbo se hizo Carne y Habitó entre nosotros. ¿Cómo temer a un Dios que se nos acerca como niño? ¿Cómo rehuir a quien se nos ofrece como un pequeño frágil e indefenso, como un crucificado para vivificarme? Dios no ha venido armado de poder para imponerse a los hombres. Se nos ha acercado en la ternura de un niño a quien podemos acoger o rechazar, como un amante del que se puede uno dejar amar o no.

María, como tú, concédenos detenernos en silencio agraciado y agradecido ante este niño y acoger desde el fondo de nuestro ser toda la cercanía y la ternura de Dios, entender su amor sacerdotal vivir henchidos de alegría estos días de Navidad. ¡¡¡Muchas felicidades a todos!!!

P. Vicente Monroy, msps

Nuestra Señora de Guadalupe

P. Eduardo Suanzes,msps

Me parece a mí que lo más importante que se celebra  el día 12 de diciembre no son las apariciones de la Virgen, Madre de Dios, Santa María de Guadalupe, en tierras mexicanas, como tales, sino que lo más importante es el maravilloso encuentro que tuvo, y sigue teniendo lugar, entre Dios y el ser humano por medio de su Santísima Madre. Esto, creo yo, es lo decisivo y más nuclear que celebramos en el día de hoy: el feliz y misericordioso encuentro entre Dios y el hombre a partir de aquel invierno de 1531 por medio de María de Guadalupe.

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A los 100 años de la muerte de Dn. Ramón Ibarra y González, Arzobispo de Puebla

Hace unos días, con motivo del centenario de la muerte de Mons. Ramón Ibarra y González, V Arzobispo de Puebla, se celebró un acto especial en nuestro Templo María Madre de la Iglesia: la presentación del libro Ramón Ibarra y González. Un obispo discípulo misionero, imagen del Crucificado.

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La gloria de Dios es la salvación del hombre

P. Eduardo Suanzes,msps

«Considero que los sufrimientos de esta vida no se pueden comparar con la gloria que un día se manifestará en nosotros; porque toda la creación espera, con seguridad e impaciencia, la revelación de esa gloria de los hijos de Dios. […] Nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos por dentro aguardando la condición filial, el rescate de nuestro cuerpo» (Rm 8, 18-19.23)

Pablo afirma que la redención está realizada, pero no consumada. Unos versículos antes había hablado de que somos hijos por el Espíritu Santo que se ha derramado en nuestros corazones; que ya no somos esclavos.  Pero a esta filiación divina ahora  le falta algo sustancial: la glorificación también del cuerpo. Por eso también los cristianos gimen y esperan. Esta dependencia sufriente del cuerpo, dice, es la última esclavitud del hombre.

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Santos Simón y Judas, Apóstoles – Oración

P. Sergio García, msps

Hace muchos años, Jesús, lo recuerdo ahora con gratitud y nostalgia, sentí que me llamabas a ser misionero. En este día y en esta hora de oración me pregunto ¿por qué? ¿Por qué pusiste en mi alma esta inquietud misionera? Porque la siento muy viva desde entonces, muy dentro, tan dentro que ya no entiendo mi vida si no fuera misionera.

La semana pasada el pensamiento y el corazón se me fueron sobre aquellos desconocidos y desconocidas misioneros y misioneras que, por ti y por el evangelio, lo dejaron todo. Encontraron el tesoro del campo, la perla preciosa, la vida nueva cuando, dejándolo todo, hicieron suyo lo más tuyo: “El envío evangelizador”.

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Cómo se prepara uno para morir

P. Fernando Torre, msps

«¿Cómo se prepara uno a morir? Preparándose a vivir, pero a vivir la verdadera vida de Cristo, así es como se espera tranquilo la muerte. Morir en el amor, morir por el amor. Morir de amor, así murió María. Tener serenidad siempre y en todas las circunstancias de la vida. Serenidad en las grandezas y serenidad en la cruz»[1].

De este escrito que Concepción Cabrera le envía a su hija Teresa de María, podemos obtener cuatro enseñanzas.

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Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario. 15 de octubre de 2017

P. Sergio García, msps

«Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos» (Mt 22,14). La expresión como conclusión viene al final de una parábola sobre el Reino de los cielos.  

 En estos domingos, ya van tres parábolas, como auténtica denuncia, dicha a las autoridades del pueblo: Los dos hijos, los viñadores y la viña y ésta del banquete de bodas.  

 “La presencia del rey ofrece la clave del juicio que recae sobre cada uno de los invitados al banquete. En este marco de referencia tiene sentido la pregunta por el traje de fiesta. Para entrar en el banquete del reino es necesario un estilo de vida que ponga en práctica las enseñanzas de Jesús. No todos los invitados al banquete (los llamados) se encontrarán al fin con los elegidos. Lo que convierte a los invitados en elegidos es el amor encarnado en las circunstancias concretas de la vida”, dice mi buen maestro Alonso Schökel.

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Una viña tenía mi Amigo. Domingo XXVII del Tiempo Ordinario

P. Eduardo Suanzes,msps

Isaías en el Tempo, hacia el año 735 a.C. se pone a cantar una canción un poquito larga, pero cautivadora. La letra decía así:

«Una viña tenía mi amigo. La tenía en un fértil otero, una colina alta desde donde se divisa todo el valle. Es la mejor tierra para sembrar la vid, porque el agua de la lluvia no queda estancada en el subsuelo sino que se desliza ocultamente hacia la llanura, dejando la tierra húmeda y dispuesta. Con todo cuidado y cariño la cavó, la despedregó y cuando ya estaba lista plantó una cepa exquisita, el tronco de una vid sinigual de la que brotarían los sarmientos. Después, para cuidarla mejor, edificó, en medio de ella, una gran torre para la vigilancia contra los ladrones y las alimañas; y, además, excavó un lagar para pisar allí la uva y obtener así el mosto. No le faltaba de nada. Todo el cariño y amor puso en su viña.

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