Todos decimos, en el credo: «Creo en el Espíritu Santo» como la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Pero si el resto del Credo lo decimos maquinalmente, creo que esto lo decimos sin enterarnos siquiera de lo que decimos.
Lo primero que debemos hacer para entenderlo, es darnos cuenta de que el Espíritu Santo es una Persona. No es «algo», por hermoso que sea, sino «Alguien«. Los símbolos a través de los cuales el Espíritu Santo se ha manifestado, son, todos, espléndidos. El viento, impetuoso, poderoso, refrescante. El fuego, brillante y cálido, que transforma en sí mismo todo lo que encuentra. El agua, que purifica, da vida, quita la sed, refresca. El aceite, que suaviza, cura, perfuma…