Durante estos días estamos asistiendo, en la Liturgia, a las peripecias del pueblo escogido a lo largo del desierto del Sinaí. Estos relatos son muy antiguos y construídos no de corrido, sino como por sustratos: en un siglo el autor introduce la historia; años más tarde otro autor introduce unos versículos antes, en medio o después del relato primitivo; pasan los años y se vuleve a hacer lo mismo….Después de un par de siglos se introduce todo un capítulo….Y así (estando detrás el Espíritu Santo) se ha construído el libro que ahora está en nuestras manos. Por eso es que, a veces, no hay unidad literaria, las incongruencias abundan y uno se puede desesperar con las apariciones repentinas de Dios y sus diálogos, por ejemplo, con Moisés.
Pero lo que a mí me deja atónito son las eternas y cansinas protestas de los hebreos en el desierto ante cualquier dificultad
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