¡Yo no sufro persecución por ser seguidor de Jesús!…¿Seguro?

P. Eduardo Suanzes, msps

En el relato del evangelio de Mateo 10 se apunta la persecución como una consecuencia inevitable de la actividad misionera de los discípulos de Jesús, puesto que el mundo suele cerrarse a los retos y a lo distinto. El discípulo ha de ser igual que su maestro, en cuanto a imitar su misión.

Si la persecución es inevitable para el discípulo de Jesús ¿qué persecución sufro yo en mi vida? ¡Ninguna!. En mi vida cotidiana, yo no me siento perseguido ni por nada ni por nadie

Y para muestra, Jesús les presenta un botón: «Si al dueño de la casa lo han llamado Belcebú, cuánto más a los de su casa».

Veamos el texto del evangelio sobre el que estamos reflexionando:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuánto más a los criados! No les tengan miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche díganlo en pleno día, y lo que escuchan al oído, pregónenlo desde la azotea. No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, teman al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga su Padre. Pues ustedes hasta los cabellos de la cabeza tienen contados. Por eso, no tengan miedo; no hay comparación entre ustedes y los gorriones (Mt, 10,24-31).

Dice Jesús[1] que los que le llaman Belcebú son los dirigentes religiosos, que lo acusan de expulsar demonios con el poder del «príncipe de los demonios». Aquí, el verbo llamar apunta a «dar nombre», es decir, los opositores de Jesús no atinan con su verdadero nombre. Al inicio del evangelio, Mateo nos dice que el ángel le dijo a José que el niño que iba a nacer se llamaría Jesús (1,21), lo que constituyó su llamada para su misión; y en 10,21, Jesús llama a sus discípulos para la misión de expulsar demonios y curar de todo tipo de dolencia, es decir, para dar vida. Los dirigentes religiosos llaman/nombran inadecuadamente a Jesús porque no aceptan su identidad.

Jesús, debido a la misión, sufrió persecución que desembocó en la muerte. Por tanto, estas palabras de Jesús son una certificación. La persecución es inevitable. Y de esto fueron testigos los primeros cristianos. Siglos de persecución por el Imperio. Miren:

—Primera persecución, bajo Nerón, alrededor del año 64. Nerón incendió Roma y culpó a los cristianos. Miles de ellos fueron asesinados en las calles; otros eran cosidos en costales, luego embadurnados con pez y quemados vivos en los banquetes nocturnos que Nerón realizaba en sus jardines. Pedro y Pablo murieron en esta persecución.

—Segunda persecución, bajo Domiciano, alrededor del año 95

—Tercera persecución, bajo Trajano, cerca del año 107. El papa Clemente fue una de sus primeras víctimas; Simeón, segundo obispo de Jerusalén, fue crucificado; Ignacio, obispo de Antioquía, fue echado a los leones en el anfiteatro de Roma…

—Cuarta persecución, bajo Marco Aurelio, cerca del año 167. Especialmente violenta en lo que ahora es Francia.

—Quinta persecución, bajo Séptimo Severo, alrededor del año 202. Clemente de Alejandría dijo de esta persecución: «Todos los días se queman y crucifican mártires antes nuestros ojos».

—Sexta persecución, bajo Maximino Trax, alrededor del año 236. «¡Los cristianos a los leones!», era el grito preferido de la turba

—Séptima persecución, bajo Decio, cerca del año 250. Ésta, la persecución más sangrienta y sistemática, y que iba dirigida especialmente en contra de los obispos y el clero, fue decretada por Decio so pretexto de que el cristianismo y el Imperio romano nunca podrían reconciliarse.

—Octava persecución, bajo Valeriano, cerca del año 258. En Útica, África, 153 cristianos fueron arrojados a las fosas y cubiertos con cal viva

—Novena persecución, ordenada por el emperador Aureliano

—Décima persecución, bajo Diocleciano, alrededor del año 303. Superó a todas las demás en violencia y crueldad. Tanto fue el derramamiento de sangre que Diocleciano hizo acuñar una moneda con la inscripción «Diocleciano, emperador que destruyó el nombre cristiano»[2]

Hoy recientemente, en algunos países como Egipto, los cristianos coptos han sido salvajemente asesinados por ser cristianos y de ello hemos sido testigos.

Pero, pasando a mi vida, para aterrizar el evangelio, yo me pregunto: Si la persecución es inevitable para el discípulo de Jesús ¿qué persecución sufro yo en mi vida? ¡Ninguna!. En mi vida cotidiana, yo no me siento perseguido ni por nada ni por nadie…Mmmmm ¿Seguro?

A ver… El Emperador de turno que perseguía, por ejemplo, en esas diez persecuciones del Imperio, lo que trataba era de eliminar al seguidor de Jesús, quitarlo de en medio, porque ese nuevo modo de vida, de interpretar la historia, de definirse frente a Dios, al cosmos y el hombre, desestabilizaba el modus vivendi del Imperio, de control, seguridad, posesión, poder, placer y riquezas; y el seguidor de Jesús trata de vivir al estilo de Él, es decir, en el abandono, la desposesión, el servicio, la entrega y el compartir, entre otros valores. Ese modo de vida, desde luego, había que eliminarlo porque, desde el Imperio, es imposible reconciliarse con él.

Sin embargo, tratando de responder a la pregunta anterior que me hacía a mí mismo, viendo así las cosas, yo sí que sufro persecución, ¡ya lo creo que sí! La sufro de mí mismo, de mi viejo yo egoísta que trata de desmantelar en mí la búsqueda del estilo de vida de Jesús sin ningún tipo de reconciliación. Los dirigentes religiosos, decíamos, llamaban inadecuadamente a Jesús porque no aceptaban su identidad. Lo mismo mi falso yo que vive curvado sobre sí mismo, intentando imponer su estilo de vida, nombrando (es decir, significando, dando sentido) todas las cosas desde sí mismo. La lucha es ardua y la persecución implacable. No será cruenta, es verdad, pero exige fidelidad y compromiso; entereza de espíritu y no tener miedo a las adversidades incontrolables que advienen cuando uno se suelta en los brazos del Padre. No tener miedo a la tormenta y tener despierto a Jesús (y no dormido en la popa) en la barca de mi vida supone tenerlo como referencia continua ante un mundo que trata de engullirme en unos valores que son, en verdad, contrarios a los del evangelio.

P. Eduardo Suanzes, msps

 

[1] Cfr. Warren Carter. Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Ed. Verbo Divino. Estella (Navarra) 2007

[2] Tomado de https://www.cmri.org

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