La conversión en la vida es, en realidad, una vida de constante conversión. Es cierto que es la primera palabra que pronunció primero Juan Bautista y luego sobre todo el mismo Jesús. Pero no para que fuera la primera experiencia de frente a su Persona y su mensaje, sino para vivir de esa conversión permanente toda la vida.
Dos sentidos tiene la conversión: el primero aplicado a todos nosotros que significa el paso del pecado a la gracia, sino sobre todo el segundo sentido: el cambio de mi proyecto, de mi manera de pensar, de nuestro horizonte o ideales, al horizonte y proyecto de Jesús.
La conversión, además de ser una meta en el camino es el camino mismo. Ya no podemos decir: soy un convertido, sino decir: vivo en y de la conversión.