
Me llamo Osher y soy fariseo de pura cepa. Mi padre, ya fallecido, también lo era y mi abuelo lo mismo. Desde pequeño me enseñaron todas las normas, todos los procedimientos de la Mishná y el Talmud, siendo mi padre, al que recuerdo con un cariño inmenso, el que me educó pacientemente en el cumplimiento estricto de todos los deberes religiosos ordenados por la Torá. Me siento identificado con ser fariseo.
Cuando mi amigo Nadir me dijo que había logrado que ese tal Jesús aceptase una invitación suya para ir a comer a su casa, todos nos frotamos las manos. ¡Por fin una oportunidad única para desenmascararlo y despedazarlo! Hace tiempo que le tenemos ganas a ese Nazareno y hoy lo vamos a arrastrar por el polvo. Lo tendremos solo para nosotros: lo vamos a devorar. ¡Qué ingenuo!. Después de todo no parece tan inteligente como dicen: ¡mira que ir a la boca del lobo, a la casa de Nadir, jefe de nuestra sinagoga a comer…! No sabe la que le espera. Además, hoy es sábado y, por lo tanto, después del oficio en la sinagoga comeremos juntos. Todos estaremos allí.
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