
Quién es Jesús para mí
Buenos días, Jesús, vengo de nuevo a la oración impulsado por lo que tú mismo has puesto en mi corazón y quiero tener un corazón agradecido y dispuesto a lo que tú quieras.
Jesús vienes no solo para liberarnos y salvarnos de los pecados que ya es mucho, sino también para hacer posible la creación misma. Así lo dice tu Palabra:
“Al principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella existía al principio junto a Dios. Todo existió por medio de ella, y sin ella nada existió de cuanto existe” (Jn 1, 1-3).
“Él es imagen del Dios invisible, primogénito de toda la creación, porque por él fue creado todo, en el cielo y en la tierra: lo visible y lo invisible, majestades, señoríos, autoridades y potestades. Todo fue creado por él y para él, él es anterior a todo y todo se mantiene en él” (Col 1, 15 – 17).
Y quiero decirte quién eres para mí, mi oración de hoy es de gratitud y de admiración:
Jesús nos sorprendes a todas horas del día, al medio día, o velando el sueño. Hacemos oración como una conversación con eco de eternidad donde toda la creación asoma sus grandes ojos para mirarnos… ojos de mil colores y de brillos centelleantes, ojos de lluvia, a veces en torrente, a veces en suave brisa, ojos de creación, ojos de Dios que nos envuelven con entrañas de madre y nos acarician con fuerza de Padre; nos impulsan en el aliento de su espíritu.
¡Qué bien! Ahí, en todo este encuentro de miradas, colores, alientos… ESTÁS TÚ JESÚS, CENTRO Y SEÑOR DE MI VIDA, Jesús… siempre Jesús… Por ti vale la pena perderlo todo. Eres Camino, Verdad y Vida. Jesús, luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
Eres Pan partido y compartido, comido y asimilado, transformado y transformador. Jesús, el Bueno, el Santo, el Único. Sí, el único que tiene para nosotros palabras de vida eterna.
Jesús eres principio y fin, entrada y salida, Hijo, Hermano, Amigo, Amante, Señor y Dador de vida. Jesús, que nos invitas a subir a la cruz para ver el mundo con tus ojos, para amar con tu corazón. Jesús, quieres que recojamos tu aliento, tu mirada, tu palabra, pero sobre todo tu cruz de salvación: “El que quiera seguirme que tome su cruz y me siga”.
Jesús eres la perla preciosa, el tesoro del campo, el grano de trigo, el manantial de agua viva, el Buen Pastor que nos conoces por el nombre. Por eso, sin ti no sabría vivir. ¿Para qué vivir sin ti, Jesús? Tú mismo lo dijiste: “Sin mí no pueden hacer nada” (Jn 15, 5).
Jesús, te miro hoy como todo: niño y joven, fuerte y sano; hombre sudoroso al lado de los pobres y fatigado del camino, tomando agua del cuenco de una mujer; un Jesús recio, pero no duro; exigente pero no agobiante; proclamando la llegada del Reino, haciendo posible el proyecto del Padre. Jesús, en las buenas y en las malas. En la salud y en la enfermedad hasta que la muerte separe lo que nos separa y una lo que siempre debió estar unido: el Creador y la criatura, el Padre y nosotros. Jesús, Señor de mis años de vida, de aventura, de oscuridad y luces, de caídas y surgimientos, de noches oscuras y de claridades asombrosas. Jesús el revelador y camino al Padre.
Y nos hablas de Dios como Padre: “Jesús, oyéndote hablar del Padre me impresiona y conmueve. Y vuelves a decirnos: “No teman, yo estoy con todos ustedes, quiero estar a su lado, les prometo que estaré siempre… Quiero llenarlos de vida y a todos los que les he dado. Veo que tienen miedo a la muerte, a la enfermedad, a lo que pueda suceder. Con eso de la edad y de las enfermedades que asoman y se instalan ya. Pero, confíen, que yo estoy con ustedes siempre hasta el final.”
Jesús, ahora entiendo por qué decías: “El que no nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 1-5). Qué importa lo anterior, Señor. Ahora toma mi vida, acepto todo por ti, lo que sea Señor. Jesús toda mi vida te pertenece, siempre te ha pertenecido… Me has dado vida, porque eres vida y has venido a darla en abundancia… mucha vida… plenitud de vida. Porque sólo tú eres el Camino, la Verdad y la vida.
Jesús, Jesús, eres mucho más de lo que está escrito. ¿Cómo entender la vida sin ti? ¿Cómo pensar un sólo momento sin tu presencia? ¿Cómo imaginar una sola parte de mi historia sin ti? Jesús, vida de mi vida y alma de mi alma. Eres y seguirás siendo la palabra, la pregunta, la respuesta. El paso, el camino, la meta. Eres el perdón, la misericordia, la gracia.
Por lo que veo en mí y en mis hermanos, eres más, mucho más. Por ti y para ti fueron creadas todas las cosas y sin ti nada existiría. Eres la Palabra de amor y vida que se ha hecho carne y que sigue siendo carne. Eres el que está delante y detrás de cada paso que damos… eres la ternura, la comprensión, el aliento y la palabra siempre oportuna. Eres inspiración, belleza, poesía, figura que transfigura… ERES MI JESUS… Y todo me parece poco, todo me parece insuficiente para decirte, JESÚS… ¡¡¡ERES, Y YA!!!
También eres Jesús de ayer, hoy y siempre; Señor de mi tiempo y eternidad; Señor y Salvador; el sumo sacerdote de mi fe y de mi sacerdocio o el centro de mi matrimonio o vida consagrada. Jesús de mis eucaristías y de mis sacramentos, Jesús el Señor de mi trabajo pastoral como tu discípulo tuyo al servicio de tu pueblo. Jesús presente siempre en el rostro del hermano, del pobre y desamparado, del humillado y abatido, del menesteroso y necesitado. Jesús dando vida a cada segundo, Jesús desde siempre y para siempre el Hijo amado del Padre, el Hijo predilecto que hay que escuchar, el Pastor Bueno que hay que seguir, el Hijo pequeño que hay que acoger, el Creador, Redentor y Salvador. Jesús, en el corazón de aquella mujer, tu santa Madre María, por quien he llegado a vivir en plenitud tu amor. ¡Jesús, el Señor!” Te admiro, te doy gracias y te entrego todo mi ser porque es tuyo. Amén.
P. Sergio García, msps