
Que San José, ejemplo de discernimiento y audacia, que supo leer en lo que le tocó vivir y en los desconciertos del Misterio divino, la voluntad de Dios en su vida (la Encarnación de Jesús, la virginidad de María, la huida como migrante a Egipto, su paternidad sobre Jesús, etc.) nos acompañe a todos para, como él, leer los signos de los tiempos y descubrir el plan y la acción de Dios en nuestras vidas y en el caminar de la humanidad.
Les saludo con el deseo de que la presencia amorosa y fortalecedora del Espíritu del Señor esté en cada uno ustedes y en cada una de las comunidades, llenándolos de paz y esperanza en el Señor Jesús.
Quiero aprovechar la oportunidad para compartir algunas reflexiones que, pienso, nos pueden ser útiles a todos en estos tiempos. Un microscópico virus nos está, por fuerza y obligación, devolviendo lo que en muchos años el “sistema” nos fue arrebatando y nosotros fuimos perdiendo.
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- En muchos de nuestros países se están cerrando los templos, que, aunque estaban abiertos permanecían vacíos, pero la Iglesia nunca se cierra, no se ha cerrado, no se cerrará. La Iglesia somos todos y ésta se encuentra donde estamos reunidos en el nombre de Jesús, porque ahí está Él. Si la habías perdido, recupera y abre la Iglesia de tu hogar, de tu corazón, de tu familia, de tus relaciones. Recupera tus espacios como tu templo y tu vida como ofrenda. Ejerce tu sacerdocio y retoma lo sagrado de tu existencia.
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- Poco a poco, paulatinamente y sin darnos cuenta nos han ido arrebatando la familia, la relación profunda, cercana, íntima. Pues hoy, el coronavirus nos obliga a estar días y días juntos. Se te devuelve la oportunidad de aprovechar este tiempo y este confinamiento para recuperar, si es el caso, o fortalecer tu familia en novedad de relación y amor. Tienes un tiempo obligadamente privilegiado para estar un buen tiempo con los que quieres y te importan de verdad, aunque, quizás, ya los habías descuidado un poco. Vuelve a recordar que no es lo mismo estar “comunicados”, “conectados”, que encontrarse realmente. Haz este tiempo un tiempo de encuentro de comunión.
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- Cuando el sistema es una fábrica incansable de migrantes que, a su vez, son indeseables, segregados y confinados a espacios reducidos en los que esperan encerrados alguna opción de vida digna, un virus viene a confinarnos a todos, encerrarnos a todos, aislarnos a todos. Aprovecha esta circunstancia para fortalecer la solidaridad con todos los que te rodean y la comunión con los que compartes tu “segregación”. Es una buena ocasión para reaprender que la exclusión de unos es la exclusión de todos.
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- Cuántas carreras, cuanto activismo, ir, venir, hacer, deshacer…, sin querer y sin pensar, tus agendas intocables y tus compromisos irrenunciables quedaron reducidos a… ¿nada? Hoy puedes recuperar el sentido del descanso, de la pausa, del estar y ser. De lo profundo y lo superficial, de lo perecedero y lo trascendente, de lo verdaderamente importante porque no me lo puede arrebatar un virus y de lo que es temporal y frágil. Aprovecha esta ocasión para recuperar tus valores, para recuperar tu capacidad de reflexión, para repensar tus importancias y valoraciones. Es tiempo de estar en casa, de “no te mueves y salgas” o tiempo privilegiado para moverte interiormente, para salir al encuentro de tus profundidades interiores, para salir de tu individualismo y adentrarte en tu eterna búsqueda de Dios y de la muerte como única seguridad. Qué maravilla, qué gracia de Dios tener tiempo para leer, para escribir a los amigos, para soñar, para redescubrir lo que hacemos, para recuperar la grandeza de lo pequeño.
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- No tengo tiempo para orar, no tengo tiempo para hacer examen de mi vida y mi caminar existencial, no tengo tiempo de hacer silencio. Pues ahora, por gracia de Dios, tienes tiempo para dedicárselo a estos asuntos muy importantes que, quizás tenías desatendidos. El ser humano prepotente y deificado, todopoderoso y omnipotente, ensoberbecido por el pecado original de querer ser como dioses, en un momento “se ve arrodillado y suplicante ante un ser minúsculo, un pequeño virus. “Impossible is nothing” es el eslogan de una marca deportiva que pretende hacernos creer que lo podemos todo, incluso el imaginario de que no hay nada que la tecnología no pueda resolver, pero no es verdad. Un pequeño bicho nos ha hecho caer en la cuenta de que somos seres vulnerables personal y colectivamente. El coronavirus nos lo ha recordado de nuevo. San Pablo experimentó que su debilidad le haría encontrar en Dios su fortaleza (2 Cor 12, 9) y Leonard Cohen cantaba: “Hay una grieta en todo. Así es como entra la luz”. Es tiempo de recobrar la fuerza de tu oración, el gozo de encontrarse con tu Dios y la humildad de necesitar de su gracia.
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- ¿Cómo es posible que la fuerza del mercado y la primacía de los intereses económicos no puedan nada frente a esta pequeñez?, o ¿dónde reside la verdadera grandeza y poder de las cosas?, ¿qué o quién puede más?, ¿y la bolsa de valores, los sistemas financieros, el Banco Mundial, no pueden nada? ¿La naturaleza es más fuerte y puede más? ¿Qué no está bajo nuestro dominio? ¿El bien común a final de cuentas prevalece sobre el individual y el egoísmo, o lo contrario es la disolución de lo humano y lo divino en nosotros y nuestra historia? De hecho, esta situación nadie la puede resolver por sí solo o por sí mismo, o sumamos todos o perdemos todos. En estos días, suma, suma, suma. Recobremos la alegría de caminar juntos, como Pueblo sacerdotal, en solidaridad fraterna, así como la alegría de vivir y construir el Reino de Dios. Qué hermoso recuperar que, en el cuidado, en la atención, en el preocuparnos los unos por los otros está la verdadera salud y lo que da sentido al “saberse y estar en casa”.
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- “El corona-virus es mucho menos mortal que la pandemia (eso sí que es una pandemia) del hambre. La alarma que hay en relación al Covid-19, no existe por lo que respecta al hambre. Cada día mueren de hambre 24000 personas, de las cuales 8500 son niños. ¿Qué pasaría si en todo el mundo, cada día muriesen 24000 personas por el Covid-19? Si en dos meses, que es más o menos lo que llevamos hubiesen muerto 720000 personas (van 7000), ¿no nos horrorizaríamos? Pero, por el contrario, cada día mueren de hambre 24000 personas (720000 al mes) y nos quedamos tan tranquilos. Ya lo vemos normal. Nadie se escandaliza por esta cifra atroz; nos hemos insensibilizado de tal manera ante el horror del hambre que ya nos parece “normal” que 24000 personas estén muriendo cada día.
Alguna cosa va muy mal en nuestro mundo, cuando nos alarmamos por el Covid-19 y por el contrario ni nos inmutamos por la muerte de decenas de miles de personas cada día.
Hermanos: hagamos juntos de este tiempo, un tiempo de gracia, un tiempo del Espíritu en nosotros renovando la faz de la tierra.
También queremos decirles que los invitamos a vivir juntos la Semana Santa. El coronavirus no puede ni debe arrebatar nuestra vivencia de la Semana Santa. Puede forzarnos a cambiar la modalidad, pero no más. E incluso este cambio de modalidad puede fortalecer y robustecer nuestra vivencia de la misma. Encontremos recursos e ingenio de amor para vivir santamente este tiempo. Por ello les adjuntamos aquí un pequeño folleto con esquemas para poder celebrar jueves, viernes y sábado santo en casa. También tenemos programadas tres reflexiones en línea para cada uno de los días santos. En una próxima comunicación les daremos los datos precisos.
Gracias por su paciencia y perseverancia. Conchita, Félix y Ramón los bendicen en su peregrinar cristiano.
Fraternalmente.
P. Vicente Monroy, msps
Gracias Padre Vicente, necesitamos de ustedes, a los Misioneros de casa conchita Padre Luisito Pepo Jorge, Rafa, su sola presencia dan testimonio de santidad gracias.
PADRE EDUARDO GRACIAS POR SU HOMILÍA LLENA DE SABIDURIA