Un día como hoy, Señor Jesús, murió un hijo tuyo muy amado de tu corazón: Félix Rougier que es el padre en la vocación de muchos que nos reunimos los sábados para orar. Su consigna fue: “Vivir bajo la mirada amorosa del Padre, en unión con Jesús, bajo la acción del Espíritu Santo a imitación de la María Inmaculada”
En primer lugar, Jesús, se trata de vivir bajo la mirada amorosa de tu Padre Dios. Así transcurrió tu vida, tu alimento fue hacer siempre su voluntad, tus palabras eran palabras siempre misericordiosas como las del Padre. Era tu permanente atención amorosa.
Vivir bajo la mirada amorosa del Padre es la experiencia que más nos acerca a ti, Jesús, la que nos permite estos momentos fuertes de oración y también ese continuo recuerdo del Padre cada momento de nuestro día. Al mismo tiempo que experimentamos su mirada amorosa, todo se convierte en ofrenda: el trabajo, la familia, el descanso, los compromisos sociales de cada día, hasta la pandemia, la vida misma.
¿Se puede vivir de otra manera? Vivir de verdad es mantener la seguridad que más allá de los sentimientos, noches oscuras, luchas por la vida, caídas en la desgracia del pecado, etc. más allá de eso, experimentamos la mirada amorosa del Padre que siempre quiere lo mejor para nosotros.
El P. Félix sigue diciendo: “En unión contigo, Jesús”. Sí, Jesús, porque tú eres la resurrección y la vida, sólo tú eres el camino y la verdad, sólo tú tienes palabras de vida eterna, sólo tú hiciste de la voluntad del Padre tu alimento en todo momento, sólo tú cumpliste hasta el final el proyecto de salvación trazado por tu Divino Padre.
María, nuestra madre querida, expresó lo mejor de su vida cuando dijo: “Puso sus ojos en la humildad de su sierva”. Y de ella y de tu papá san José, lo aprendiste tú, Jesús. Por eso nosotros queremos tener y mantener esta experiencia de unión contigo. Te queremos repetir como tu santo apóstol Pedro: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo” (Jn 21, 18).
En unión contigo, Jesús, en estos momentos de oración. Porque en esto de la unión contigo se va dando una maravillosa transformación que es, como decía el mismo padre Félix, nuestra tarea y nuestra misión. Poder hacerlo nos llevaría ahora a decirte lo mismo que tu santo apóstol Pablo: “ya no vivo yo, es Cristo el que vive en mí” (Ga 2, 20).
Y continúo mi oración, Señor Jesús, orientado por la consigna del padre Félix: “Bajo la acción del Espíritu Santo”. Y no puede ser de otra manera porque el Espíritu Santo es la posibilidad de todo, es el que nos hace decir: “¡Jesús es el Señor!”; y estoy convencido que no he recibido un espíritu de esclavitud sino un espíritu filial que me hace gritar: “¡Abbá Padre!”.
Tu Espíritu, Jesús, te hizo posible en el seno purísimo de la Virgen María, nos recuerda tu palabra y nos lleva a la verdad completa. El Espíritu Santo es alma de nuestra alma, vida de nuestra vida, amor de nuestro corazón, decía el P. Félix.
Por eso deseamos de todo corazón “que viva y reine el Espíritu Santo y que todo el mundo le sea consagrado”. Deseamos que se meta el Espíritu Santo por todas las rendijas de la historia, que abarque los pliegues y repliegues de todos los corazones, que esté dentro de todas las decisiones que quienes tienen la misión y la responsabilidad de cuidar, con justicia y verdad, los destinos de esta humanidad que les ha sido confiada.
Esta humanidad, Jesús, tan deshumanizada, tan dividida e injusta, tan impregnada de mentira e injusticia. Pero que ni así deja de ser objeto de tu amor, Jesús, porque tú has venido para que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 4). Y tu Espíritu lo irá haciendo, contando con nuestro compromiso y amor.
Y hay alguien, Señor Jesús, que vivió todo esto a plenitud: la Inmaculada, la mujer preservada de toda mancha de pecado, la elegida para ser llena de gracia y bendición, la que llena de confianza dijo siempre “sí” a lo que venía de tu santa voluntad. “Con María todo, sin Ella nada”.
Imitando a María será posible esta experiencia trinitaria. También seguiremos viviendo el entrañable tiempo de la epifanía y del tiempo ordinario que se acerca. Ven, Señor Jesús, ha sido la oración de toda tu Iglesia. Queremos decirte ¡ven! imitando a María santísima en su disponibilidad y generosidad, en su sencillez y prontitud para cumplir la voluntad del Padre, en su silencio orante y en su palabra ungida de alabanza. Imitar a María en el servicio oportuno, desinteresado, alegre y lleno de amor. Con tu manifestación has hecho crecer nuestros deseos. El hombre es un ser de deseos. El hombre es lo que desea, dice el Papa Francisco.
“Vivir bajo la mirada amorosa del Padre, en unión con Jesús, bajo la acción del Espíritu Santo y a imitación de María” es, además de un lema, la síntesis de un proyecto serio de santidad. Es el resumen de una espiritualidad, pero también un compromiso para vivir la filiación y la fraternidad desde la vocación a la que nos has llamado.
Gracias Jesús por tu obra realizada en el querido padre Félix Rougier, gracias por su vida entregada totalmente a cumplir tu voluntad y gracias por la generosa fecundidad espiritual que lo llevó a ser totalmente tuyo.
Querido Señor Jesús, hoy hace 84 años lo llamaste a tu presencia, llegó a su plenitud, una plenitud que no deja de ser dinámica porque desde su presencia contigo sigue intercediendo por sus hijos e hijas que nos dio una identidad, un querido color que nos va transformando en ti. Amén.
P. Sergio García, msps