¡Ha resucitado!

P. Vicente Monroy, msps

Las mujeres van al sepulcro desconcertadas, atemorizadas, pero también con una extraña y secreta esperanza.

Y, allí en el sepulcro, todo es novedad, todo se transforma, cambia el mundo entero. Y ellas experimentan aquel mundo renovado que empieza entonces. Porque Jesús, el crucificado, no ha quedado aprisionado por las cadenas de la muerte, una piedra de sepulcro no ha podido retener la fuerza infinita de amor que en la cruz se manifestó de modo tan total, tan sin reservas. Aquel camino fiel de Jesús, aquella entrega constan­te de su vida al servicio de los pobres, aquel combate contra todo mal que ahogara al hombre, aquel amor, aquel amor… ¿cómo podría haber quedado enterrado, muerto allí por siempre?

No, no quedó encerrado. La fuerza del amor de Jesús, la fuerza del amor de Dios, vence a la muerte y cambia el mundo. Y por eso el ángel puede decir, y Jesús puede repetir después: “¡No tengan miedo!”.

Porque, ¿qué es el miedo? El miedo es, al fin y al cabo, pensar que el mal y la muerte pueden vencer sobre el amor, sobre la fraternidad, sobre la justicia, sobre la generosidad. El miedo es pensar que Jesús ha fracasado. El miedo es no ser capaces de creer que Jesús ha resucitado y que, con su resurrección, podemos caminar en paz su mismo camino. El miedo es no creer que, ocurra lo que ocurra, y aunque a veces no lo parezca, el amor vence siempre, el amor -el amor de verdad, el que vivió Jesús- es siempre mucho más valioso, más lleno de vida que cualquiera de los éxitos que a veces lamentablemente tanto valoramos.

Ésta es nuestra fe, la fe que cada vez que nos reunimos en comunidad, en Iglesia, cuando celebramos la Eucaristía, recordamos y reafirmamos. La fe de la confian­za, la fe contra el miedo, la fe que nos dice que sí, que el camino de Jesucristo es nuestro camino, el único camino verdaderamente humano, el único camino de vida.

Jesús les encarga entonces a las mujeres hacer precisamente lo que ellas iban ya a hacer: salir corriendo a decirlo a los discípulos. Y les vuelve a repetir lo que el ángel les había dicho: ”Vayan a comunicar a mis hermanos que vuelvan a Galilea; allí me verán”. ¡¡¡HA RESUCITADO!!! ES LA GRAN NOTICIA!!!

P. Vicente Monroy, msps

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