Mi verdadero yo y el Corazón de Jesús

Tenemos[1] un nivel de consciencia ordinario que estamos experimentando durante el tiempo de la oración. Aquí fluyen nuestros pensamientos, que, como barcos de una flota, van y vienen por el océano de la consciencia ordinaria: a veces es una flota inmensa desplegando toda su batería de cañones. Cualquiera que sea tu experiencia, estás teniendo pensamientos que pasan a este nivel.

La disciplina de una oración centrante está diseñada para que dejemos de prestar atención al flujo ordinario de pensamientos, con el cual nos inclinamos a identificarnos, ya que existe dentro de nosotros algo más profundo, y esta oración hace que nos abramos para captar el nivel espiritual de nuestro ser.

Más abajo, está el nivel espiritual, a un nivel más profundo, del cual no estamos conscientes casi nunca, excepto en experiencias de pico especiales, o cuando la vida o la tragedia nos llevan a ese lugar. Así que, por lo general, permanecemos ignorantes de lo que pudiéramos llamar el río mismo, en el cual descansan todos nuestros pensamientos y facultades, de tal manera que estamos absortos o dominados, por nuestra vida psicológica ordinaria, por objetos, eventos, personas y por nuestra reacción emocional hacia ellos. Al igual que los botes y basura que flotan sobre la superficie del río, así mismo nuestros pensamientos y sentimientos, del nivel ordinario, tienen que reposar sobre algo. Ese “algo” es la corriente interior de nuestra consciencia, que es nuestra participación en la persona de Dios, y es un nivel que no es evidente de inmediato en el nivel ordinario de la consciencia. En vista de que no tenemos un contacto inmediato con ese nivel, tenemos que hacer algo para desarrollar nuestra percepción del mismo. Es ese nivel de nuestro ser el que nos hace más humanos. El propósito de la oración es movernos del nivel ordinario al espiritual y prepararnos para una oración contemplativa. Es más, incluso no parar allá ya que los seres humanos tenemos más profundidad.

Podríamos decir que estamos subiendo por la Cruz para entrar por la herida del costado.

Desapego es la meta de la abnegación. Es una actitud que no es posesiva, hacia toda realidad, la disposición que ataca la raíz del sistema del falso yo[2].

El falso yo es una ilusión monumental, una carga de rutinas emotivas y de formas de pensar habituales, que están almacenadas en el cerebro y en el sistema nervioso. Al igual que los programas en una computadora, tienden a reactivarse cada vez que alguna situación de la vida cotidiana aprieta un botón determinado. El falso yo llega a insinuar que sus sutiles propósitos son motivados por creencias religiosas, de procesos virtuosos, siendo que las verdaderas actitudes religiosas vienen de Dios y no del falso yo. Por medio de la oración contemplativa el Espíritu sana el egoísmo en sus raíces y pasa a ser la fuente de nuestra actividad consciente. Para poder actuar espontáneamente bajo la influencia del Espíritu y no bajo la del falso yo, es necesario borrar la programación emotiva del pasado y reemplazarla por otra. Es lo que tradicionalmente se ha llamado la práctica de las virtudes, o sea, cambiar los programas viejos por nuevos que se basen en las enseñanzas del Evangelio[3].

En la Cadena de Amor, una Regla se sitúa en esta dimensión perfectamente para eliminar el falso yo, para subir por la Cruz grande para entrar en el Corazón divino y más allá. En efecto, la sexta regla tiene como punto de referencia ayudarnos en este sentido:

«Deben  hacer abstracción de sí mismos siendo Yo  sólo, el  blanco de todas sus aspiraciones».

Cualquier Regla, los sabemos, vivida en su intensidad, nos lleva a vivirlas todas; cada una marca un sentido, un aspecto distinto, pero todas nos llevan a la unidad; esta, subraya el encontrarse con el verdadero yo, nuestra autentica imagen, la de ser imagen de Dios.  Aquí es donde nos reconocemos a nosotros mismos al mirar a Dios y donde Dios se ve a Sí mismo mirándonos a nosotros.

En el momento en que el Señor nos concede la gracia de entrar en su Corazón comenzamos a encontrarnos con nuestro verdadero yo.

El Corazón de Jesús es el nivel del verdadero Yo. El propósito de la oración es llegar hasta este nivel más profundo que es donde participamos de la vida divina. Aquí ya se está dentro del Corazón de Jesús. Aquí comienza la vida contemplativa; aquí estamos en el reino del Espíritu Santo; aquí trabaja Él desde dentro, ya no desde afuera y sus dones son la necesidad básica para vivir y adentrarnos aún más en este divino Corazón.

Permítanme que les cuente la siguiente historia:

Había un grupo de mujeres reunidas en su estudio bíblico semanal, y mientras leían el libro de Malaquías 3,3 encontraron un versículo que dice:

Y Él se sentará como fundidor y purificador de plata

Este verso les intrigó en gran manera acerca de qué podría significar esta afirmación con respecto al carácter y la naturaleza de Dios. Una de ellas se ofreció a investigar el proceso de la purificación de la plata.

Esa semana la dama llamó a un Orfebre e hizo una cita para ver su trabajo. Ella no le mencionó detalles acerca de la verdadera razón de su visita, simplemente dijo que tenía curiosidad sobre la purificación de la plata.

Mientras observaba al orfebre sostener una pieza de plata sobre el fuego dejándolo calentar intensamente, él le explicaba que para refinar la plata, debía ser sostenida en medio del Fuego donde las llamas arden con más fuerza, para así sacar las impurezas.

En ese momento ella imaginó a Dios sosteniéndonos en un lugar así de Caliente. Entonces recordó una vez más el versículo:

“Y Él se sentará como fundidor y purificador de plata”.

Le preguntó al platero si era cierto que él debía permanecer sentado frente al fuego durante todo el tiempo que la plata era refinada.

El hombre respondió:

—«Sí No sólo debo estar aquí sentado sosteniendo la plata, también debo mantener mis ojos fijamente en ella durante el tiempo que está en el fuego, si la plata fuese dejada un instante más de lo necesario sería destruida».

La mujer se mantuvo en silencio por un momento y luego preguntó:

—«Cómo sabe cuándo ya está completamente refinada? »

Él sonrió y le respondió:,

—«Ah, muy simple — Cuando puedo ver mi imagen reflejada en ella »

Pero, además, la Oración Contemplativa busca llevarnos a la misma Presencia Divina que está en el nivel más profundo de nuestro ser, ahí es donde “se toca a Dios”. Aquí está la fuente de nuestro ser y de todo nivel de consciencia. Ahí se penetra en el centro del Corazón de Jesús, en su cruz interna.

En efecto: recordemos las palabras de Mons. Martínez a la Sra. Armida:

«Guarde esa cruz interna del Corazón divino en el fondo de su alma como se guarda el perfume del Amado; como se guarda la dicha, como debe guardarse el cielo de la tierra. Esa cruz es más que el perfume del Amado, es la sangre de su Corazón, es como la esencia de sus divinas palpitaciones de amor y de dolor, es la médula de su Corazón, es la savia  de su vida, es algo que no puede decirse con la lengua de los hombres ni con la de los ángeles y que apenas puede saborearse en el silencio de la admiración y del amor…»[4]

El centro del Corazón de Jesús está en nosotros mismos, ahí donde reposa la presencia divina. No hay que salir de nosotros para adentrarnos en la cruz interna de su corazón.

Tener acceso, o despertar nuestra consciencia, a esta Presencia, es el objetivo de la oración contemplativa de la vida contemplativa misma, una vez que se ha entrado en el Corazón por la herida del costado. Pero para alcanzarlo, hay que pasar por el nivel espiritual, subir por la cruz grande, despertar el verdadero yo, es decir, entrar en el Corazón, para llegar a lo que Dios o la divina Presencia quiera compartir con nosotros, y en la espiritualidad de la cruz eso se llama consolar el corazón de Jesús participando de sus dolores íntimos. Ahí está nuestra unión transformante.

Dice Mons. Martínez a NM:

«Es preciso que el Corazón de Jesús y el de usted estén inefablemente fundidos; que usted penetre hasta las profundidades de ese Corazón, que viva en el interior de él, pero en lo más profundo»[5]

P. Eduardo Suanzes, msps

 

[1] La explicación que sigue de los niveles de consciencia está tomada del pensamiento de Thomas Keating,ocso referente a su concepción de la oración centrante. Se han unido con conceptos propios de la espiritualidad de la cruz.

[2] El término “falso sí mismo”, elaborado por las teorías psicológicas contemporáneas, comenzó a utilizarse durante el siglo XIX para designar la falsa imagen humana creada por las conciencias de las personas en virtud de los roles que se generaban dentro de la sociedad. Según autores como Morris Berman, académico y crítico humanista especializado en historia de Occidente cultural e intelectual, el falso sí mismo corresponde a la imagen humana que, conscientemente, crean las personas para que ésta ejecute las acciones necesarias en virtud del éxito que se busca obtener. Herbert Marcuse, plantea que los seres humanos se reconocen por lo que poseen – que les otorga cierto grado de éxito – convirtiéndose en ello. Por otro lado, R.D. Laing, propone que el sujeto se mueve en el mundo regido por un sistema, y que éste exige ciertos roles sociales que obliga al hombre a ocultar su verdadero yo desarrollando un “falso sistema de sí mismo”. A partir de la fusión del ser humano – su propia esencia- y sus bienes, el hombre generó roles que debían responder a ciertas conductas sociales, roles que debían ser exitosos en lo que desempeñaban y que, con el paso del tiempo, forjaron una imagen falsa de lo que realmente constituía la esencia de las personas. La generación de un “falso sí mismo” es lo que mantiene a esta época como una edad oscura, depresiva y evasiva de las realidades, en donde la sociedad busca evitar un sistema establecido por ella misma tomando caminos alternativos como las drogas, tranquilizantes y alcohol. Finalmente, la entropía que se ha generado en el mundo, producto del mal uso del sistema, ha contribuido a un intenso caos económico, tecnológico y ecológico, provocando distintas reacciones psíquicas y desintegrando aspectos espirituales de la humanidad. Como lo es la conciencia humana. Un estudio realizado por R.D.Laing, que trataba oficialmente de la esquizofrenia, evidenció de qué forma la psiquis del ser humano se organizaba para crear una falsa imagen de sí con el objetivo de proteger su verdadero yo de las manipulaciones del sistema. Esta falsa imagen, plantea una irrealidad en las relaciones sociales, pues el sujeto no da a conocer su verdadero yo. Así lo propone Berman: “el hombre se mueve en un mundo de roles sociales, de rituales interacciónales y juegos complejos que lo obligan a proteger al sí mismo desarrollando un falso sistema” [Berman, Morris, “El reencantamiento del mundo”, Editorial cuatro vientos, 1987 página 19]  Tomado de Wikipedia: Falso sí mismo.

[3] Keating Thomas,ocso Mente abierta, corazón abierto. La dimensión contemplativa del evangelio

[4] Concepción Cabrera, Cuenta de Conciencia, 56,131-132; 13 de diciembre de 1930

[5] Ibid. 55, 62; 26 de febrero de 1930