AÑO LITURGICO NUEVO: CICLO C

P. Sergio García, msps

La puerta de entrada no podría ser mejor: Adviento. El adviento está lleno de entusiasmos y esperanzas, está plagado de promesas, está orientado a alguien muy especial que será capaz de unir como nadie el cielo y la tierra: ¡El Mesías!

El adviento es la humanidad concentrada en todas sus dimensiones: desde la invitación hasta la seducción, desde la trascendencia hasta la cercanía. El adviento no tiene medida, le cabe todo, está abierto a las fronteras del Cosmos y de la humanidad. El adviento es explosión cautivante y cautivadora de anhelos y promesas, de realidades y plenitudes.

El adviento está preñado de vida. Toda la vida es como un gran adviento. Cuando nuestros hermanos primeros daban su vida por Jesús en el martirio, los otros hermanos, los que iban después por el mismo camino, le llamaron “dies natalis” “día del nacimiento”. Morir es nacer. El adviento es como esta gran humanidad que está preñada de vida y está dando a luz continuamente para la eternidad.

El adviento recorre el cielo para rasgarlo, transita por toda la tierra para que broten en ella renuevos y más renuevos. El adviento recoge desde el primer suspiro del primero que empezó a suspirar hasta el jadeo acompasado y doliente del último que va a morir. Todo lo reúne, todo lo considera, todo lo aprovecha, todo lo santifica. Y todo por la esperanza del Mesías.

¡Vendrá!, por supuesto que vendrá dice cada día el adviento. Esta es su felicidad: anunciar que viene, disponer el camino, preparar el corazón, abrir el vientre inmaculado y virgen de una buena mujer llamada María, para que venga.

El adviento no puede fallar. Su punto de mira es exacto, su punto de llegada es plenitud, es la plenitud del Mesías, de Dios con nosotros para que nosotros seamos siempre con Dios.

“Advientar”, se oye raro, es la acción propia para que el Mesías llegue. Podría haber sido de otra manera: una llegada sin adviento: un Dios grande entre nosotros como de cuatro metros para que todo mundo se diera cuenta. Un Dios del estilo de Yahveh, Dios de los ejércitos, de los diluvios, de los fuegos y torrentes.

Este adviento viene a romper “esquemas de dioses”: Si es Dios, dicen,  tendría que ser todopoderoso, pues nada, este “será un pequeño niño débil y llevado”; Si es Dios tiene que saberlo todo, pues nada,  “Jesús crecía en sabiduría, en gracia, en edad delante de Dios y de los hombres”: si es Dios tendría que ser un juez intransigente como el del paraíso, pues nada, este Jesús “ha venido a salvar lo que estaba perdido”; si es Dios tendría que ser mil veces santo, diez mil veces en el cielo; pues nada este Jesús, verdadero Dios, por nosotros se hizo pecado.

El Adviento tiene cuatro domingos, tiene una buena procesión de hombres y mujeres santos: Isaías, Juan Bautista; Zacarías e Isabel; José y María; Simeón y Ana, pastores y reyes, ángeles y luces, asnos y bueyes: de todo como en adviento.

El Adviento trae historias de ángeles, reyes, pastores, peregrinos, pobres de Yahvé, Recorre todas las etapas de la vida llenando “de infancia espiritual” los escalones por los que bajan y suben los ángeles de Dios.

Su música es muy particular, es propia de este tiempo. Ha pasado a ser entrañable porque evoca los mejores momentos de la vida de todo hombre que pudo tener una infancia feliz gracias a los villancicos.

Y luego frutas, canelones, confetis, campanillas, castañuelas y zambombas. Pero no lo es todo, ni es lo más importante. Este adviento trae gritos desgarradores: “Ojalá se rompieran los cielos y apareciera el Salvador”. Va, como decía, abriendo surcos nuevos en troncos viejos para que brote un renuevo de esperanza.

Adviento nos pone de pie frente a las puertas de la vida. Nos recuerda que Dios es la fuente viva y que su luz nos hace ver la luz. Nos recuerda que alguien cantó: “Cuando el Señor cambió la suerte de Sion nos parecía soñar, la lengua se nos llevaba de risas, la boca de cantares”. De esto nos habla el Adviento.

Adviento en poner en alerta, nos remite a los orígenes, nos abre a la historia y nos invita a ser proyecto. Nos dice que anuncia a un niño muy especial por ser tan niño, tan niño tan niño que todo Dios cabe en él.

Pobres de los pueblos que no tienen adviento; pobres de los hombres que viven sin adviento. Qué pena, se ha perdido la esperanza del Adviento. Han querido pasar directamente a la Navidad en películas, comercios, preparativos, etc.

Adviento quiere volver a tomar su lugar en el corazón del creyente. Adviento quiere hablarles de una pareja de jóvenes creyentes a quienes no les cabía Dios en el pecho y tuvieron que engendrarlo para darlo a luz. Adviento es traer el Dios tres veces santo super lejano, a ser el Dios con nosotros, en nosotros y por nosotros.

Ah mi querido Adviento como te admiro y quiero. Préstame tu esperanza para disponerme a recibir al Mesías Jesús anhelo y derecho de toda la humanidad; Adviento querido, lléname de ti para ser como tú: promesa de la venida de Jesús.

Mi querido Adviento evangelizador.

María empezó a ser virgen fecunda en el adviento y luego dio a luz para ser madre virgen en la navidad.

Santa María del Adviento, San José esposo virginal de María, rueguen por nosotros.

¡Bienvenido Adviento!

P. Sergio García, msps

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