Domingo XII del Tiempo Ordinario
«No tengan miedo; ustedes valen más que muchos gorriones»[1]. Cada vez que me pongo delante de estas palabras, siento miedo y conmoción a la vez. Miedo por no entender a un Dios que se pierde detrás de las criaturas más pequeñas: los gorriones y los cabellos de la cabeza. Conmoción por las imágenes que me hablan de lo impensable de Dios, que hace por ti lo que nadie ha hecho y que nadie hará: que cuenta todos los cabellos de tu cabeza y te prepara un nido en sus manos. Para decirte que vales para él, que él se preocupa por ti, de cada fibra del cuerpo, de cada célula del corazón: enamorado de cada detalle que te pertenezca.
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